Es una expresión que usamos de manera coloquial que quiere decir: dar bajo la apariencia de legitimidad un objeto de inferior calidad. Durante los siglos XVI y XVII los viajeros frecuentaban posadas y fondas, siendo común en estos establecimientos engañar a sus clientes viajeros y de ahí surgió el conjuro previo a la comida en el que estos, puestos en pie relataban los siguientes versos:
«Si eres cabrito,
mantente frito;
Si eres gato,
salta al plato».
Además un conejo y una liebre se ven prácticamente iguales, así que en las carnicerías también llegó a popularizarse este dicho.
Para evitar el engaño, a lo largo de los años se acabó solicitando poner la cabeza del conejo o liebre sobre el plato cocinado ya que es la única manera de comprobar que no se trata de un gato.
Como anécdota personal he de contar que hace unos años en un hotel en Lanzarote, en uno de los platos del bufet, que era una bandeja que contenía unos cuantos trozos de conejo asado, encima de estos y en el centro de la bandeja había una cabeza, también cocinada, de un conejo, y preguntando por ello al cocinero, me contestó que la ponían para que los clientes tuviesen clara la procedencia de la carne que se servía. Y este es el mejor consejo para que no te den gato por liebre.
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