Significado de la expresión
Perico de los Palotes (o el de los Palotes) es el nombre que utilizamos para referirnos de manera genérica a una persona cuyo nombre se desconoce o no se quiere mencionar. No se trata de una figura específica, sino más bien de un término coloquial que se emplea de manera informal para referirse a alguien de manera genérica.
En Estados Unidos utilizan nombres como John Doe o Jane Doe, James Doe, Judy Doe, cuando se desconoce el nombre real, y Richard Roe y Jane Roe cuando se quiere permanecer en el anonimato. En España decimos Fulano, Mengano, Zutano, Sultano, Perengano, Rita la cantaora o Perico el de los Palotes, entre otr@s.
Origen de Perico el de los Palotes
Sebastián de Covarrubias y Orozco fue un erudito lexicógrafo español, escritor y capellán de la corte del rey Felipe II (S. XVI-XVII). En su diccionario «Tesoro de la lengua castellana o española» (año 1611) aparece la figura de un bobo conocido en el siglo XVI por tocar un tambor con dos palos o baquetas para anunciar al pregonero.
Cuenta la historia, que aquel pregonero, cansado de ir acompañado con el bobo del tambor, le hacía la 13-14 y se lo quitaba de encima cuando podía para después quedarse con el sueldo y las propinas de ambos.
El autor describe a este personaje y añade que quien se moleste de que le vacilen suele decir: sí, que no soy Perico el de los Palotes«.
En la mayoría de los pueblos ha sido conocida siempre la figura de «el tonto del pueblo», y durante un tiempo esta figura la ostentó Perico el de los Palotes.
Curiosamente, hasta la actualidad ha habido varios autores y autoras que han mencionado a Perico el de los Palotes, como por ejemplo, Carmen de Burgos, periodista, escritora, traductora, primera mujer española corresponsal de guerra, y activista de los derechos de la mujer española, que por el hecho de estar divorciada tenía que firmar sus obras con seudónimos como Colombine, Gabriel Luna o Perico el de los Palotes, cuyas obras desaparecieron de librerías y bibliotecas en España durante el franquismo por figurar en la lista de autores prohibidos.
Actualmente, con esta expresión no nos referimos a una persona ingenua, sino a una persona cualquiera sin una identidad específica.