Esta frase que tan comúnmente se utiliza cuando queremos animar u ordenar a alguien a ponerse en marcha, a realizar una acción o iniciar un asunto, tiene el origen en una familia de campesinos que tuvo la posibilidad de enviar a su hijo a estudiar a Salamanca (la Universidad de Salamanca es la más antigua de España y la tercera más antigua de Europa), y estando de regreso al pueblo, el chaval quiso mostrar lo aprendido gritándole al burro «arreando, que es gerundio».
Estudió el chico la novela donde Fray Gerundio, alias Zotes, pedante y resabiado personaje de José Francisco de Isla (s. XVIII), prohibía las palabras iniciadas en arre- (arrebatar, arreciar, arreglar, arrear…), pues consideraba que solo podían ser dichas por borricos al tratarlas de palabras incultas por la relación que guardaban estas palabras con el mundo de la caballería, mulos, burros…
El estudiante, para demostrar que a pesar de trabajar con burros era una persona culta, puntualizaba dando la explicación resabiada a los demás campesinos: «arreando, que es gerundio«, y acabó siendo objeto de burla.
A raíz de esta expresión, se han ido añadiendo otras como caminando que es gerundio, andando que es gerundio…etc.